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En realidad no planeo que lean esto, es simplemente una manera de no perder borradores, cuentos, escritos que me place hacer, pero si lo estás leyendo, gracias.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Blog a petición.

Ésto es nuevo para mí, este blog será algo que espero no descuidar y olvidarme de él a la semana, pero si leen esto les agradezco por dedicarme de su tiempo.

Aquí les dejo un fragmento de una de mis nuevas historias pequeñas, inspirada en Erzsebeth Bathory, la Condesa Sangrienta.



Damián Sérrezs. -Capítulo uno.

¿Alguna vez escucharon de Dorian Gray? Aquél narcisista que llegó al extremo de vender su vida por su belleza; yo nunca llegaría a tal extremo, simplemente amo mi vida, amo mi cuerpo, amo mi mente, me amo sobre todo y sobre todos. Sonará narcisista, pero sé que soy mejor que la escoria que vive y respira rodeándome, soy un diamante que cada maldito mísero admira y venera, ellos viven para mí sin que yo lo pida, me rodean y en su mente me colocan en pedestales; soy un ente sobre-humano.

Me llamo Damián Sérresz, soy alto, blanco y de cabello negro lustroso y largo, como un jinete húngaro de aquellos con mirada azul y dominante que recorre la comarca con espada en mano, venciendo a los dragones que atormentan a los desvalidos, salvo doncellas y ¿por qué no? príncipes.
A cualquier criterio, provoco la lascivia, sé que cualquier mujer u hombre que me vea a los ojos, y recorra mi largo cabello oscuro que cae en mi fino cuerpo, me mira con deseo y una lujuria notable, y no los culpo. Hoy que me miro al espejo, lo reconozco, incluso yo desearía poder observarme con ojos ajenos; hoy que me miro al espejo, el grande y rectangular espejo de mi blanco baño de mosaicos, poso desnudo y húmedo, me veo y me admiro, soy hermoso. Con mi largo cabello empapado, veo mi rostro, mis cejas gruesas que adornan mis celestes ojos, mi nariz definida y pequeña, mis finos y rosados labios, mi delgado y simplemente bello rostro.Hoy que me miro al espejo, veo una infame arruga en mi frente; yo, Damián Sérresz a los 31 años de edad, poseo marcas de vejez. A pesar de mis esfuerzos y del dinero invertido en mi rutina dominical de cuidados personales, que todas las mañanas como hoy, me miro al espejo intentando encontrarme algún error que pueda solucionar, algún vello o alguna resequedad en mi blanca piel de marfil.

"¿Una arruga?", me pregunto. Mis domingos fueron siempre iguales, la rutina de conservación de mi innegable encanto. Duermo desnudo y amanezco desnudo, despierto y me dirijo a mi baño, esos mosaicos blancos que siempre abrillantan la luz matutina, que me encandece y frunzo mi ceño ; me veo al espejo de pies a cabeza, me admiro, me rasuro incluso mi casi lampiño cuerpo y después tomo una ducha, sin olvidar los tres productos que debo procurar para mi cabello, y siempre desnudo, unto mis cremas en mi cuerpo entero, y en mi rostro, mi piel siempre ha sido delicada y yo, la he cuidado bien. Puedes ver en el pequeño estante blanco de mi baño que está sobre mi espejo, mis esfuerzos por mantenerme atractivo, convertidos en ungüentos y en cremas faciales, en lociones y en productos para el cabello, son días enteros de mi arduo trabajo frente a las cámaras que simplemente, retratan lo que soy; vendo mi rostro, vendo la imagen de mi cuerpo, y qué lucrativa es la belleza.

Nunca descuido mi persona, "mi exterior refleja mi interior, si soy hermoso por fuera, soy hermoso por dentro" ha sido parte de mi filosofía de vida, es la realidad, mi realidad; y la gente lo avala, siempre me ha dado la razón, nunca nadie ha objetado al hecho de que soy hermoso, y para mí, eso es todo.Una persona fea, es fea porque recurre a manipular a la gente para simpatizarles, una persona fea es quien miente a los demás, quien se adapta a los círculos sociales que le rodea, quien cambia por los demás.Soy el centro de mi vida, y si no soy el centro de tu vida, (la cual debe interesarme) no me eres útil.

Por eso me desconcierta este extraño acontecimiento, esta tragedia que a cualquier otro mendigo le despreocuparía; a mí me acongoja pues sé que esto representa mi lenta caída hacia la ranciedad. Froto mi frente con mi palma, desesperado, pensando en una posible solución, y entonces gracias a mi memoria, el recuerdo que evoca la oscuridad de mi cabello en aquella noche en la que desvelado en la tardía madrugada me encontraba frente al ordenador, investigando nuevas y mejores maneras de cuidarme, llegué a lo extremo:

"'La Condesa Sangrienta', la llamaban, Elizabeth Báthory, la mujer con el record de asesinatos, es el máximo ejemplo de la vanidad. Se dice que un día la condesa húngara, se burló de una mujer de su pobre pueblo hambriento, y la mujer, vieja y amargada resultó ser una bruja quien la maldijo: 'La vejez te llegará pronto'.La Condesa lo ignoró y pasaron los días, cuando en su espejo mientras la acicalaban sus sirivientas, peinándola, se vio una arruga en su rostro, la mujer ya enfurecida, fue halada del cabello bruscamente por una de sus sirvientas, ésta lloró del pánico a la idea de ser castigada, y sólo recibió una cachetada que le rompió el tabique, un castigo ligero considerando que en la época la mutilación genital era una diversión; Elizabeth vio cómo la sangre que le corría por el rostro, le curaba las arrugas, y ésta, ansiosa, pensó que la sangre poseía propiedades curativas. Dudosa, preguntó a sus tres brujas, quienes le confirmaron esto. Una vez que Elizabeth creía firmemente en eso, torturó y asesinó a 612 mujeres con el fin de bañarse en su sangre, que para la condesa, ésta parecía rejuvenecerla.

"Ella cometió la estupidez de acabar con las pobres sirvientas de su mansión, y recurrió a jovencitas nobles, de poca importancia, pero la jovencita número 613 logró escapar de Elizabeth, y la acusó con el clérigo, quien a su vez, ordenó la investigación de la despreciada Condesa.En las mazmorras de su mansión se encontraron restos de muchachas masacradas e incluso exhumaron cadáveres de cientos de mujeres, todas sirvientas, a las que le restaron importancia, pero el testimonio de la pequeña niña con título nobiliario, fue justiciada, y a Elizabeth se le acusó por los rumores de que había asesinado a más nobles, por lo que fue castigada con confinamiento solitario por el resto de su vida, en una torre oscura privada de sus excéntricos lujos. Mientras que a sus brujas, se les mutilaron todos los dedos de sus extremidades, y fueron quemadas vivas.La leyenda de la condesa creció, y se escuchaban por el pueblo los rumores de que organizaba orgías, y Elizabeth tenía sexo con hombres y mujeres, a quienes mordía salvajemente por el placer de sentir la sangre en su desnudo cuerpo.
"Cuatro años duró la mujer encerrada, mientras que un día, a sus cuarenta y ocho años de edad, fue encontrada muerta y arrugada, tal y como lo dijo la anciana"

Estaba fascinado, debía admitirlo; encontré varias similitudes entre ella y yo, tales como: Ella era hermosa, le restaba importancia a sus sirvientes, y lo confesaré, siempre he mordido a mis parejas en el acto; lo cual me llevó a distraerme con otras cosas que no relataré, debido a su carácter sexual y privado. Pero la idea de matar a alguien sólo para bañarse en su sangre me repugnó por completo, y ese día no consideré por nada en el mundo, investigar nada más.
Pero hoy que me veo al espejo, aterrado de la idea de que mi juventud empiece su fin; me dedico a investigarlo.



                                                                      ***



-Buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar? -me dijo el empleado de la farmacia.

Ya era de noche, la farmacia estaba alumbrada sobre la calleja húmeda y el muchacho me veía atento, demasiado atento. La farmacia tenía todo tipo de medicinas en la parte trasera, y la barra con la caja registradora estaba frente mío.
-Lo de siempre, por favor
-Le dije cortés a ese muchacho con mirada honesta que nunca dejaba de sonreír al verme a los ojos.

-¿La sangre rejuvenece a la gente?
-¿Disculpe? -me preguntó desconcertado a la sorpresiva anomalía de mi pregunta.
-Que si la sangre rejuvenece, le pregunto. -Le dije con indiferencia, observando mi compra en su bolsa blanca plástica, sin mirarle los ojos. Él, atónito respondió: 
-Supongo yo, que ha de tener algunas propiedades regenerativas, por la cantidad de vitaminas y oxígeno que tiene, pero señor Sérresz, ¿a qué viene esto? -me preguntó dudoso y curioso.
-Nada que te importe, limítate a atender a los clientes. Me sonrió amablemente, como si se disculpara; algún día le retribuiría sus sonrisas, siempre él con su cabello rizado y marrón, su delantal azul y su juventud por delante. Algún día le retribuiría sus sonrisas, siempre me he preguntado si seré yo la causa de su sonrisa, o simplemente él tan alegre como siempre; pero no hoy, hoy tengo planes.



                                                                ***



Era asquerosa su imagen, su blanco delantal lleno de sangre e incluso un trozo de seso que estaba adherido a su antebrazo. Me contuve las ganas de gritar por aversión al lugar lleno de animales desollados y blancos mosaicos ensangrentados, y pregunté con involuntario tono despectivo: "¿Vende la sangre de cerdo?"

Su mirada era tal y como la esperaba, incluso más entrometida que la del muchacho de la farmacia. -¿Para qué rayos quiere la sangre? -me preguntó casi molesto.
-Sólo dígame -contesté iracundo y, acepto que mi voz haya sido femenina y tal vez sacudir los brazos como pequeña no haya sido buena idea, pero el carnicero, con desdén me dijo: "llévese la que quiera, siempre la tiramos".

Me alegro que salí de ahí impecable, iba camino a mi casa con dos bolsas enormes de sangre de puerco en manos bajo las lámparas que alumbraban las calles de noche, era tan asqueroso, pero era mi última opción; ¿Qué podía hacer si las mejores soluciones me habían provocado lo que intentan destruir?

Cuando llegué a mi casa, no supe qué hacer, ya era hora de mi única merienda, la cual postergué cuando tuve la idea de vaciar el contenido de las bolsas en mi tina.
Eran pesadas, como de 40 litros cada una, y las dos bolsas hicieron que la tina tuviera un nivel casi decente de sangre, lo suficiente como para cubrirme de ella. Una vez que vertí ambas bolsas en la tina, vi como esa carmesí sustancia formaba un charco, contrastando la blanca cerámica.Me desnudé, rápidamente y sin pensarlo, sabía de antemano que esto sería algo grotesco, pero era mi última opción, me desnudé por completo y dejé que mi pierna derecha tocara con la punta del dedo gordo, la fría sangre. No pude evitar sacudir mis brazos de manera femenina, siempre le molestó aquello a mi padre, pero no pude evitar asquearme por la viscosidad de la sangre, su hedor putrefacto y simplemente, mi tersa piel sometida a tal atrocidad. 

Yo lo pensé, debía de ser buena idea, no dudemos de mí, ¿por qué empezar hoy? Metí el pie derecho, emitiendo sonidos involuntarios de repudio y con delicadeza, apoyé mis manos en el soporte de mi tina, metiendo ambos pies y sentándome en la tina. Reflexivo, miré a los blancos mosaicos y cesando todo pensamiento excepto uno: "...qué asco", dejé que mis piernas se sumieran en la sangre, y resbalando mi cuerpo dentro de la tina, ahí estaba, recostado en fría sangre de cerdo.
"La belleza duele, cuesta, y en mi caso, incluso huele como a cerdo rancio" Con mi mano, juego con la sangre, en mi palma pongo una poca y la unto en mi cuerpo, repito con ambas manos hasta que como si me bañara en ésta, llega la hora de cubrir mi rostro, y ver si aquél mito sangriento será verdad, o sólo me estaré cubriendo de sangre de cerdo maloliente sin sentido alguno. Con ambas palmas, tomo de entre mis piernas, la suficiente sangre como para enjuagar mi rostro.Una vez, dos veces, y tres veces; se siente relajante, huele a hierro, y moriré del asco, ¿esto es una oreja de cerdo en mi boca?.
La escupo con inmensa repulsión, ahora nauseabundo y mareado, saco mi cabeza para escupir, me recojo el cabello con una mano, e inevitablemente: -Esto fue mala id... -vomité.Aturdido y hastiado, recuesto ambos brazos sobre el borde, y también mi cabeza, dejo que mi cuerpo siga en la sangre, pero al tomar otra bocanada de aire, volví a oler la putrefacta sangre y mi fétido vómito.
-¡¡NO!! -grité solo.Desesperado torcí mi columna y puse mis piernas sobre la orilla de la tina, y con mis brazos en el otro extremo, me impulsé para apoyar mis pies en el piso, pero para mi sorpresa, justo cuando me erguía, mi pie resbaló en el vómito, y sin oposición mía, caí al suelo golpeándome la cabeza, dejando mi cuerpo ensangrentado, sobre mi propio vómito...

Me desmayé, es lo único que sé, me desmayé entre sangre y vómito con los cuales yo mismo empapé mi cuerpo y me pregunto a mí mismo, "¿Qué rayos hago?".

1 comentario:

  1. Primer comentario en la primera publicación. El perfeccionismo me gusta y también tu historia. Es interesante. Usare lo que me queda de tiempo para leer tus historias.
    Buen blog Augusto. Saludos.

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