Aquí...

En realidad no planeo que lean esto, es simplemente una manera de no perder borradores, cuentos, escritos que me place hacer, pero si lo estás leyendo, gracias.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Damián Sérrezs - Parte cinco.

-Nathaniel por favor.
Pero nada, nada. Ninguna respuesta, sólo ese silencio.
Aquí estoy, llorando a su puerta, recargando mi espalda afuera de su departamento, sentado en el corredor, desolado y desconsolable.
-Por favor, por favor, me haces falta, te necesito, más que eso, te quiero. Por favor Nathaniel que sin ti quiero morir, me siento incompleto y me siento asustado. Tengo miedo, miedo de mí, miedo de todos, miedo de que tú no estés. No es lo mismo sin ti, y no lo será. Por favor, ven conmigo, abrázame y llora conmigo, por favor, que te quiero, te quiero conmigo. No necesito un ejemplo, no necesito un amigo, no necesito nada más que el caluroso exhalar de tu boca, por favor, llora conmigo. Te extraño, te necesito, no hago nada; no duermo, no como, no sonrío. Algo me falta, alguien me falta y sé quién es. Por favor, por favor que sé que nunca nadie como tú va a estar en mi vida, por favor.
Eres irremplazable, eres mi ídolo, te adoro, más que a mi vida, te quiero, te quiero tanto, por favor, vuelve a mí.

Nathaniel no abría la puerta, y lloré, lloré más.

Sollozando, me puse de pie y giré mi cabeza a su puerta y le grité:
-Lo lamento, perdóname si alguna vez no te dije cuánto te quería, cuánto amo tus ojos, cuanto admiro tu rostro, tu sonrisa. Te quiero porque eres la imagen viva de lo que yo quiero, de lo que adoro, de lo que sé que es bueno, tú eres todo lo que alguna vez quise, necesité y soñé.
-Perdóname si no te traté como lo mereces, perdóname que todo haya comenzado así, perdóname por no estar a tu nivel, pero gracias, gracias por ayudarme, por estar conmigo, por compartirme de ti, por abrirme tu vida, tu mente. Gracias, hoy y siempre.
-Nunca en mi vida supe cómo era el amor, hasta que te conocí. Perdóname si no te traté como debías, pero es que contemplaba tus ojos, tu rostro, tu sonrisa. Perdóname si no te dije cuánto te quería, pero te imaginaba conmigo, en un futuro, nosotros como un nosotros; perdón, te adoro; perdón, te quiero mucho.

El silencio me carcomía por dentro, la indiferencia de todos hacia mi soledad, hacia mi tortura. Ni una sola mano se digna a ayudarme, y recuerdo a todos tan tontos, tan letárgicos, envidio su sueño, envidio su fantasía. ¿Por qué los imbéciles parecen sonreír más que yo?
A veces dudo tanto de ser feliz, a veces quiero escapar a sus sueños, a veces quiero escapar a esa canción de piano que toca, tan nostálgica y romántica. ¿Por qué entre más me elevo hacia los cielos y dejo a los mundanos en el suelo arrastrándose, envidio a los que se arrastran? No quiero el cielo, el cielo está lleno de mentirosos. Quiero ser como Nathaniel y elevarme al nivel de mi cabeza, caminar erguido sobre los que se arrastran y los que vuelan. No quiero un cielo, ni un infierno, quiero caminar de la mano con él.
¿Por qué entonces, este vacío? Porque siento que todo me falta, que no tengo nada y que mi cuerpo se cansa, que mi mente me desprecia y mi corazón se rompe y se arruga, como una hoja seca. 
¿Qué hago? Tengo mucho miedo.

Tengo aquí llorando tanto tiempo, no puedo simplemente dejarlo pasar. Algo así en la vida es irrepetible... alguien así en la vida, es único.
Nunca lo dejaré ir, algún día seré lo suficientemente bueno para él. Aunque aquí me tenga, esperando a que me abra la puerta, esperando a que me deje entrar en su vida de nuevo. Lo extraño, y no me rendiré.

-¡¡Te amo!! -grité.

Y golpeé la puerta con ímpetu, escurriendo mi brazo para que pudiera apoyar mi frente en él, mientras las gotas caían pesadas de mis ojos, liberando todas aquellas veces que lo pensé, pero temí decirlo.
Nathaniel y yo compartimos un mismo pensamiento: esa frase, es inmensa.
Pudieran ser sólo dos palabras, pero el compromiso, el mensaje, la intención, es inmensa.
Amar a alguien es dedicación, es egoísmo y es romance.
Es producir aquellas sonrisas, es dedicarle el tiempo que puedas o no para amarlo, es hacer lo imposible, es ser una mejor persona, por ti y por él. Cada uno se enamora del otro, el deseo de caminar y elevarse mutuamente está implícito, cada quien debe sacar lo mejor de cada uno, arreglar los defectos del otro y celebrar las virtudes de uno.
Una declaración verbal de amor es el anuncio de miles de declaraciones de amor, el aviso de un completo compromiso, el amor, es lo más importante en la vida.
Una vez que se diga el "te amo", debe de avivarse la llama que es la pasión que encandece a ambos cuerpos y los hace arder de alegría, de lujuria, de felicidad.
Amar, es la herramienta sobre-humana que usa el hombre para alcanzar aquello que muchos llaman elevación, nirvana, exaltación, lo innombrable, el éxtasis... una verdadera felicidad.

-Te amo...-repetí entre sollozos.
Mi brazo cayó junto con mi cuerpo, repentinamente y sin que me diera cuenta estaba boca abajo, con la alfombra café en mis labios, con sus pies desnudos enfrente de mis sienes, lo vi, lloroso, triste, tímido, deprimido, amargado, enojado con él mismo. Lo vi en su apartamento oscuro con la vista hacia la luna, con la ciudad bajo nosotros y la oscuridad rodeándolo. El verdor de sus ojos alegres se había oscurecido, eran sus ojeras y su mal aspecto lo que le daba esa esencia lúgubre a su rostro; con los mechones de cabello sucio y maloliente en su frente, con la camiseta llena de lágrimas. Un hombre destruido por la culpa, un hombre que perdió las ganas de luchar, un cuerpo sin vida y un alma en pena, qué horrible me sentí al verlo.

-... -y no dijo nada.
-Nathaniel, te amo, te amo te amo te amo -le dije tomando sus pies mientras lloraba.
Me puse de rodillas y tomé su mano, la besé cien veces y lo miré a los ojos, le dije:
-No dejaré que mueras tú también, por favor; eres libre de morir mil veces si así lo deseas, pero estaré yo para revivirte. Es justo lo que tú haces, me haces sentir vivo, emocionado por respirar, respirar en tu cuello mientras te abrazo, tendidos sobre mi cama a la luz de la luna. Te amo, lo sabes, el silencio lo dijo, tú lo escuchaste, escuchaste a la luna gritarnos y envidiarnos, no puedes olvidarnos, somos únicos porque fuimos felices, verdaderamente felices, no olvides eso, no te dejaré, ¿entiendes?. Nunca te dejaré morir.

Me puse de pie, ambos estábamos llenos de lágrimas; él solamente en ropa interior, y yo con mi traje y camisa negra. Él triste por ella, yo velándolo a él, cavando la tumba para rescatar su mente, su alma, su corazón, nunca dejaré que muera, no puede morir, no hoy ni nunca.
Me acerqué y enjugué las lágrimas de sus ojos, besé su mejilla después de quitarle el cabello de los ojos, y él indiferente. Yo, fúrico por su desgano, tomé su cabeza y presioné sus labios junto con los míos.
Lo besé, y la lluvia comenzó, los truenos disparados de las nubes y la lluvia cayendo sobre toda la ciudad, visible de su ventana. Lo besé furioso, enamorado, deprimido, esperanzado; lo besé, no sé por cuánto tiempo pero perdí la razón cuando mis labios volvieron a saber de los suyos.
Y lo vi, y aunque con esperanza en sus suplicantes ojos, muerto.
Sin pensarlo dos veces, lo tomé de la mano y corrí. Desgano y cansado, Nathaniel solamente me seguía porque tomaba de su mano, corrimos por el pasillo, por las escaleras, bajando con rapidez, tantas escaleras; por la recepción del departamento y hasta el pórtico del edificio, donde una pequeña lona nos cubría de la lluvia.
Me quité mi saco y se lo puse, me vio completamente extrañado y le grité para que la lluvia nos diera permiso de hablar: "¡¡Algo tiene que hacerte revivir!!".
Corrimos bajo la lluvia, el con frío tomando con una mano el extremo del saco y protegiéndose de la lluvia con el mismo, yo indiferente a la gélida lluvia, corrí.
La lluvia a las 3:38am es maravillosa, la ciudad entera para nosotros, corrimos por las calles, vacías e inundadas, de la mano, nuestras cálidas manos. Corrimos y cuando vi el parque donde acostumbraba yo contemplar sus ojos, donde veíamos a los ancianos enamorados y a los niños inocentes, donde habíamos hablado de amor y de nuestro futuro, viendo la luna; corrí hasta el centro del parque al igual que él y al lado del lago del parque, me gritó:
-¿¡Qué haces!?.

En el momento que lo vi fruncir el ceño, me enamoré de nuevo y lo besé con más fuerza y pasión que nunca, había sentido algo, y entonces, mientras nuestros labios y nuestras lenguas rozaban, lo tomé de los hombros y lo arrojé al lago.
Fue la primera vez que lo vi tan enojado, me gritó tanto que no entendí lo que dijo, pero inmediatamente me aventé con él y nadé para tomarlo de la cintura, mientras nuestros pies apenas tocaban el fondo del lago, lo acerqué a mí y lo besé de nuevo. Besos rápidos en todo el rostro, en el cuello, mientras entrelazaba sus dedos con los míos bajo el agua del lago, nuestras manos con fuerza en contra de nuestras bocas, lo único que nos unía. Separé nuestras manos y lo tomé de la nuca con una mano mientras la otra acariciaba su espalda, lo abracé como si nunca me fuera a separar de él, intentando unirnos en un sólo cuerpo, nunca separarme de él...
-TE AMO -le grité al oído.
-¿Estás loco? -me dijo suavemente al oído.
-Seguramente lo esté, cada vez que estoy contigo lo estoy, nunca lo demostré pero simplemente quiero morir a tu lado cuando estoy contigo, este amor me inunda la mente y no puedo pensar, no sé si me hagas bien o mal, quiero morir para siempre, pues así estaríamos juntos. Nunca creí en lo perfecto hasta que te vi. Eres todo lo que adoro, eres más de lo que alguna vez pude imaginar, eres la persona perfecta para mí, eres la personificación de mi Dios, eres divino, único, eres inimaginable, un completo cuento de hadas, eres la cosa más maravillosa que alguna vez pisó y pisará la tierra. Te amo, quiero vivir siempre contigo, y si he de morir, morir contigo... Pienso en el fin, no sé por qué, pero cuando tu fragancia me hechiza, el delirio me domina y sé que moriré de intoxicación. Es demasiado amor... y me encanta.
-También te amo Damián -me dijo, mientras la lluvia se llevaba sus lágrimas al lago, las mismas que purificaron el agua llena de nostalgia y romance.
-Entiéndelo Nathaniel, eres un dios, pero me conoces, nunca podría soportar yo no serlo, y lo soy. Soy Dios, mi Dios, y me forjaré lo suficiente como para que me veas así. Juntos nadie podrá doblegarnos, seremos nuestras propias victimas y victimarios, nuestros propios héroes y redentores. La única merced que estamos dispuesta a obedecer es la nuestra. Dioses, eso somos entre tanto mundano y canalla, entre tanto mendigo e inútil. Somos Dioses que caminan sobre la tierra infestada, y bajo el cielo sucio. Nuestro paso clarifica y limpia la tierra, aniquilamos a los superfluos, no con nuestros pies, sino con nuestro orgullo.
La gente nos envidia, por ser felices, capaces, inteligentes, orgullosos... ¿qué podemos hacer?
Somos entes humanos, pero son ellos los que se han rebajado a niveles tan sucios, cada humano puede ser un Dios Nathaniel, pero dime tú, ¿crees encontrar a otro como yo?. Te amo, sabes lo que eso significa para mí.
-Te amo, ¿Sabes tú lo que significa eso para mí? -me contestó.
-Perfectamente.


 

Esa noche, el sexo fue distinto. La pasión que sentimos no se gritó, ni se ahorcó en nuestras manos furiosas y excitadas, no murió con la tensión de nuestros músculos como en las otras veces; no tuvo lugar sino en nuestros ojos, en el silencio que compartimos después de un sincero "te amo" y en el suspiro que tuvo lugar en nuestros labios.
Antes de esta noche, nuestras almas habían muerto, nuestra mente sufría y agonizaba de pereza, la indiferencia a la vida nos había quitado todo placer, toda felicidad, todo deseo, anhelo y ambición.
Aquél que no ama muere, aquél que no anhela no vive, una persona sin ambiciones, una persona llorando por su vida, velando por su alma, ¿qué hace aquí?
Quejumbrosos y neuróticos hay muchos, inútiles y mendigos, putas y muñecas, descerebrados y simios, canallas y envidiosos, celosos de la felicidad y del amor; ellos sobran. ¿Pero qué de nosotros? Algún día fuimos como ellos, aquellas personas que dejan que el romance de la depresión y lo poético de la muerte les arrebate las ganas de respirar, de aprender. Algún día fui como ellos.
Ahora soy hombre, hombre ambicioso, egoísta, considerado, amable, amoroso, generoso y más que nada, cursi. Ahora soy hombre de bien, mi bien, tú bien.
Después de esta noche, revivimos y ahora soy hombre de nuevo.


Y ahora en su cama lo admiro, lo venero, lo amo.
-Somos Dioses sobre la tierra -le dije, mientras acariciaba su pecho en el cual apoyaba mi cabeza; él con sus brazos me tomaba y yo lo miré fijamente a los ojos.
-Dioses... no
No supe qué responder, lo vi con curiosidad esperando una respuesta.
-Dioses no Damián, somos humanos. Somos humanos por más horrible que suene eso. ¿Dioses? No existe algo más divino que un humano. Somos pocos los hombres, no nos menosprecies. Somos hombres fuertes, valerosos y capaces. ¿Dioses? Y ellos qué hacen, sino rascarse la barriga y mendigar por una moneda. Los dioses han muerto Damián. No desprecies tu vida. Cuántos animales pudieras ver allá abajo, sólo rogando por una noche que les haga olvidar lo patético que son, el hecho de que son responsables de sí les pudre las entrañas, sabiendo que no tienen a nadie más a quien culpar por su hambre, su pena, su vergüenza, su miseria; satisfacen su instinto, su único instinto que obedecen. ¿su meta más grande? un orgasmo, que se pudran los animales y los caníbales, los dioses y las ratas, viva yo, viva tú.
Lo abracé fuerte y acercándome a su oído, moviendo las sábanas en las que estábamos, le dije:
-Te amo.
A lo que, con un tono curioso y extraño me dijo:
-Me amas... te amo. Pero qué suerte la nuestra de habernos encontrado en éstos momentos, qué sería de ti si te hubiera conocido en otras circunstancias... o de mí, si no te conociera. Dime tú, si me hubieras amado antes, o si me amabas entonces cuando era más dudoso, de ti aprendí algo, de aquellas noches en estas mismas sábanas que pasamos hablando y hablando. Aprendí a ser fuerte, de ti saqué mi fortaleza, pero dime sin miedo: ¿Me amaste cuando me conociste?.
-No -le dije sin dudar -No te amé, te tomé por un cuerpo y un rostro que satisfacer, pensé que eras un animal sin fuerzas como los demás y no me importaste, pero pregúntame ahora cuánto te amo y de mi cariño no verás límite.
-Gracias -me dijo sonriente -yo puedo decirte, "te amo" porque veo en ti algo de mí, pero lo que más me gusta es lo que de ti aprendí.
"Es cierto -pensé -lo que no tengo yo, lo tiene él, lo que quiero yo, lo tiene él y lo que anhelo yo, lo anhela él y viceversa. Excepto por algo..."
"Es cierto -pensé -¿qué sería de él sin mí?"
...Y ahora es cuando lo malo en mí vuelve a mi mente, todo aquello, todo eso que hice, todo lo que me permití hacer, ¿por qué?. He cambiado tanto en tan poco, y me pasó por alto cuándo me enamoré de él...


Lo siento, pero de qué sirve sentirlo... siente la pena, la vergüenza, aborrécete si quieres, ¿pero de qué sirve?.
Lo hecho hecho está, no puedo pedir perdón, el perdón no traerá sus vidas de vuelta, el perdón no me hará un santo ni un mártir, ¿el perdón de qué me sirve?.
No es que me preocupe por ellos, animales inmundos e imbéciles que usé; me preocupo por mí y por Nathaniel, me asusta tener que ocultarle algo de mí. Me asusta tener que mentir, traicionar mi amor por él, mi honestidad, mi sinceridad. Nunca podré decirle todo de mí, esa confianza que podría existir, la asesiné junto con ellos.
¿Pero qué me pasó? Supe que hacía mal y aun así no me pude detener, era algo sobrenatural... mentira.
Así lo sentí, como si me ordenaran que lo hiciera, como si mi cuerpo y mi mente se separaran, una dualidad en mi ser. Me asustaba de mí mismo, en aquellos pequeños momentos que tuve conciencia. Y siempre que lo tuve a él a mi lado, lo olvidaba, y mi conciencia lloraba de alegría de ver algo tan puro como él.
No lo lamento por ellos, lo lamento por mí, me rebajé a sus talones, para poder tomar sus pies y arrastrarlos hasta mi bañera. ¿Todo para qué?...
Nathaniel me quiso por las mismas cosas que me hacían dudar si lo que hacía era bueno. Era duro, indiferente, intolerante, frío y siempre quise lo mejor, excepto... con él.
Irónicamente, lo conocí cuando me rebajé a sus talones, quién diría que entre tanto escombro habría un diamante...
No importa, haz una excepción hoy también, confía en la seguridad que te trae, en los besos del porvenir y en las noches que me anuncian sus ojos. No importa, haz una excepción, confía y déjate caer en sus brazos...
Que si no, tú mismo te harás un infierno.


-¿En qué piensas Damián? -me preguntó mientras su silueta brillaba con un halo de haces lunares que viajaban del cielo a su cama.
-En ti, ¿en qué más?.
-Seguramente sea lo que sea, es cursi, te conozco.
-¿cómo lo sabes? -dije fijando mi mirada.
-Las personas más calladas son las que más guardan, las personas más reservadas son las que más tienen, las personas más frías, son en algunos casos, las que mejor guardan sus palabrerías. No eres cursi, eres celoso de tu romanticismo. Eres... adorable.
-¿Y yo soy cursi? -pregunté riendo -lo soy, y tú un cínico.
-Lo soy -me contestó con una carcajada entre sus palabras -pero niega lo que quieras, te conozco.
-No lo negaré, pensaba en ti, en mí, en nosotros, todo cursi, ¿y sabes por qué? porque quiero, quiero pensar en ti y en mí, en nosotros y siendo cursi, romántico, meloso. ¿tienes un problema?
-Claro que sí -me dijo sonriendo -me matarás.
-...eso nunca.
-Claro que sí, lo harás, lo sé... verás, hay algo que debo confesarte.
-Dilo... ¿qué es?
-Sé que me matarás, entre tus severos ojos azules, se esconde un alma dulce, tal vez demasiado, me empalagaré de ti y cuando te bese, será tan dulce que mi cuerpo caerá.
-Idiota -contesté tan alegre y risueño, riendo y despreocupado -tienes razón, si mueres por algo, seré yo quién te mate.
-Qué romántico -me dijo sarcásticamente -despreocupa, yo te mataré también.
Y mientras descanso en su pecho, en el silencio cómodo de ese cariño callado y bien sabido, pienso, y no dejo de pensar: ¿Qué haré?
Ocultar la verdad bajo las sábanas, bajo la piel, es como intentar tragar ácido, mientras lo haces, quema tu garganta y quema tus entrañas, quema tu conciencia esperando a que ese mundo imaginario sea cierto.
Lentamente te quema, te carcome, y sabes lo que has hecho; es sólo miedo de la realidad, la verdad, lo que te previene de decirlo.
Una mentira carcome el alma, nunca habrá excepción. Una mentira es negar la realidad, es atraparte en un mundo imaginario y ver como todo se pudre en la negligencia de tu honestidad. Eso hace la mentira, pudre a la verdad y pudre la realidad.
¿Será acaso que el que es feliz es honesto?. ¿Para qué mentir? He alcanzado deseos que superan lo que alguna vez soñé o imaginé, ¿por qué mentir?. Prefiero gritar y presumir que podría morir feliz, porque vivo feliz. Proclamo a todo el mundo, proclamo a mí y a él, que lo amo.
Sé que lentamente todo se pudrirá...

Pero ahora lo veo, y todo lo que quiero es tomarlo de la cintura, besarle el cuello, su fragancia en mí, quiero estar con él, con nadie más, solo nosotros dos, juntos y enamorados, pensando en el ahora y por qué no, en el futuro. Quiero vernos en 15 años, un invierno, ambos en cama junto a la fogata, aún enamorados. Nunca descuidar su amor, nunca dejar que la llama se muera, nunca olvidar la pasión, siempre con ese límite que se rompe y se rompe. Cuando ese límite, esa barrera que el respeto impone, las limitaciones que trae el pudor, se olvidan, es cuando aquella pasión y lujuria se queman junto con uno. Ese momento de éxtasis que siente uno cuando el calor del otro se siente en la lejanía de un roce; ese momento en el que la mente celebra la vida, celebra el cuerpo, la mente, lo alcanzado.
Y cuando pensaba en nosotros, me destruyó con algo que nunca me hubiera atrevido a decir.
-¿Qué hubiera sido de mí y Kim? -con los ojos llorosos me preguntó.
-¿La amabas? -le pregunté severo.
-Eso creo.
-Nunca actúes inseguro, piénsalo, ¿Qué hubiera sido de ustedes?
-No lo sé, no la amé como a ti te amo, no la tuve como a ti te he tenido, no la deseo como a ti hoy y siempre que te vea, pero, era diferente, ella era mujer.
-Después del tiempo, esa duda te hubiera dominado, el hecho de que te conformaras con ella, hubiera creado resentimiento, al momento de que dudaras de su amor, todo cariño que le pudieras aún tener, hubiera muerto. Conformarse; lentamente te destruiría a ti, hacer una expeción en vez de perseguir lo que más deseas. Nunca será como quieres, nunca será tan bueno, y esas duda, oh esa duda, te mata.
-¿Experiencia propia?.
-Antes de ti, claro.
-¿Antes de mí?, sinceramente, ¿cuántos no ha habido antes de mí?.
-Yo fui como los demás, un cuerpo solo y descerebrado. Pero contigo, algo tienes, algo especial, cuando te vi no te presté atención; lentamente vi como te apoderaste de mí, algo tienes, algo en tus ojos, algo en tu sonrisa, algo que me encanta. Me encantas, smi voluntad se vuelve sumisión ante ti, porque confío en ti, sé que me amas y me puedo entregar totalmente. Algo tienes que me hace pensar en ti cuando no estás, esa pureza que me limpia y que me hace anhelarte, Te amo, eres la única persona que he amado en mi vida. Mil veces he tenido sexo, pero contigo, contigo he muerto y regresado a la vida. Ese algo que tienes es ese algo que me faltaba. Y si llegas a dudar de mi amor, será cuando esa maldita cadena vaya rompiéndose, pero algo te digo, que por mi vida, te amo.
-wow...
-¿qué? -pregunté con una sonrisa, esperando un halago o un te amo.
-Qué cursi.
Fruncí el seño en tono de burla, y como restregándo en su cara con mis palabras, le dije y le repite diez veces: "te amo".
-¿Y por qué no hacemos esto mejor?.
-¿De nuevo? ¿no estás cansado?.
Rio y me dijo -me refería a una copa de vino.
-Corre pues -mientras reía -aunque prefiero repetir.

Sin pudor y sin vergüenza, me quitó de encima, sin preocupación alguna, salió de la cama, con ese paso relajado y orgulloso a pesar de caminar desnudo sobre la oscuridad y salió del cuarto.
Cuando sólo vi su silueta, su perfecta silueta, salir del cuarto, sólo pude pensar en algo: "te amo".

Oí cómo la puerta de mi estante rechinó cuando Nathaniel la abría con la intención de sacar dos copas, también escuché un suspiro aterrorizado y un estruendoso golpe sobre mi estufa, como si algo hubiera caído.
Nathaniel gritó, gritó con miedo y amargura, sentimientos que rompieron todo remanente del romance anterior.
Corrí asustado hacia él para ver qué le sucedía, y cuando llegué a la cocina lo vi tirado en el piso de la cocina, temblando y asqueado, pálido. No hice otra cosa más que acercarme y preguntarle: "¿Qué sucede?"
Cuando fijé mis ojos en lo que sus pupilas veían, entendí.
Hace poco cometí el último pecado, pero olvidé un pequeño detalle, una pequeña cabeza en mi estante, ya putrefacta, grotesca, con un olor que nunca en mi vida había tenido la desgracia de olfatear. Fue la peor cosa que alguna vez tocó mi estufa, y la sangre podrida y la pus que dejó en el vidrio de mi estufa, goteaba mientras Nathaniel lloraba con sus brazos en sus rodillas encogidas, sin si quiera verme.

Todo se pudre con las mentiras... todo.